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Habrá más penas y olvidos.



Chuparon compañeros
y ocultaron con tierra sus huesitos.
Secuestraron, violaron, torturaron,
nos robaron los hijos,
nos endeudaron, nos desocuparon,
nos vendieron a todos como esclavos.
Nos tiraron al río.
Derrocaron gobiernos,
mintieron revoluciones productivas,
regalaron lo que tanto
nos costó conseguir.
Reprimieron piquetes,
mataron jubilados,
desterraron.
Volvieron a endeudarnos
y a asfixiarnos.
Hicieron corralitos,
nos recontra endeudaron.
Nos hicieron respirar lacrimógenos
en marchas epopéyicas.
Nos balearon de goma.
Nos hidraron.
Les tiraron encima los caballos
a las viejitas de la Plaza.
Ahora nos desocupan,
nos ajustan,
nos desengrasan,
nos adelgazan,
nos tarifean,
nos inflacionan,
nos devalúan.
Y todo por el alto ideal patriótico
de sumar unos ceros
a sus cuentas en Suiza.

Yo nunca fui de izquierdas.
Pero estos de derechas son tan brutos
que me obligan a imaginarme yendo al Easy
a comprar una hoz
y un martillo. Grandotes.
Y pagarlos con tarjeta en doce cuotas.
Al final siempre los echamos.
En barcos, en aviones, en helicópteros,
y algunas veces, aunque las menos, en cana.
Pero los tipos estos siempre vuelven.
Se disfrazan, se empatillan, se engloban,
mutan como un virus
de computadora
o de los otros.
En fin. Lo dijo Gelman:
Hay que aprender a resistir.
Ni a irse ni a quedarse. A resistir.
Aunque es seguro que habrá
más penas y olvidos.

No hicimos lo posible.

Yo no usé mi chamuyo,
mi verba irresistible.
No realicé la típica conquista
consistente en atacar a tus baluartes
y rendirlos con la fuerza de mi rollo
utilizando mi voz de Barry White.


Vos no usaste conmigo
tu clara seducción incomparable,
la omnipotencia de tus ojos buenos,
la curva que dibuja tu cintura,
la punta de tu lengua, apareciendo
entre las dos riberas de tu boca.

No jugamos el juego
pequeño y delicioso
de corrernos y alcanzarnos mutuamente
de escondernos del otro y encontrarnos
y también, por qué no, de histeriquearnos,
al menos un poquito.


No hicimos lo posible.
Jugamos a jugar contra los momios.
A celebrar el acto cotidiano
de emocionarse, reírse, y sorprenderse,
al leer unas líneas enigmáticas
hechas de luces y también de sombras
en la pantalla de una computadora.


Jugamos el juego de necesitarse,
de sentir imprescindible la presencia
del otro por que el día se complete.
Jugamos a rendirse a lo forzoso.
A no evitar el acto inapelable
y necesario, tal vez, de enamorarse
sin red ni garantías, ni defensas,
porque bajamos el juego de un principio,
jugamos con las cartas en la mesa,
como un par de fulleros fracasados.


Y en este juego que jugamos mal
los dos perdimos. O los dos ganamos.
Pues, ¿Quién quiere mentir un vale cuatro
con un seis y dos cincos en la mano?


Yo prefiero rendirme a tu insolencia,
a tu arrebato de sonrisa franca,
a tu periódica sabiduría,
a tu desfachatez irreverente,
a tu dulzura consuetudinaria,
a tus tiernos whatsapp madrugadores,
a tu conversación interesante,
al brillo incomparable de tus ojos,
al cálido contacto de tus labios.
A tu amor, Carolina. A tu pujante,
arrollador, intenso, inquebrantable,
irresistible, huracanado, ciego,
impetuoso, invencible y bello amor.







No hicimos nada 
de lo que en tantas ocasiones, todos hacen
y seguramente vos y yo, habremos hecho...
Fue un choque de sonrisas deslumbrante, 
tu inteligencia pura,
tu dar sin contratiempos. 
Fue tal vez, la aventura de mirarse
con la intensidad del alma 
que nos quita emocionada algún aliento...
Y fue quizás no forzar nada, 
porque todo surgio tan espontáneo,
desde ser, estar, hablar... 
Las caricias, la ternura, la paz en tu mirada.




Te quiero... ( me emocionásssss!) <3

Psicopompa


Ataba con mis dedos algunos hilos rotos
que salvé del naufagio. Mis heridas lamía.
De pronto, entre los restos del barco que se hundía,
como fugaz visión, surgió tu rostro.

Tu rostro de sirena. Y seguí reparando
las velas arrancadas, los mástiles caídos.
Y aunque no te mirara, inundaba mi oído
la dulce inteligencia de tu canto.

Casi sin darme cuenta me ganó la sonrisa,
y empecé a disfrutar tu tierna compañía,
tu palabra precisa, y alguna tontería
que inventamos, nomás para la risa.

Gusanito de dulce, te metiste en mi alma
sin atender reclamos de tiempo ni razón.
Ya reinás a tus anchas aquí en mi corazón
que es tu casa, porque ya tiene calma.

Conocí las leyendas de los hombres del mar,
salvados de naufragios por mágicas sirenas.
Ahora que me sacaste del pozo, ninfa buena,
¿Qué haré mañana, cuando te empiece a amar?

Sყɾҽɳα


Recostada en las rocas de la isole Li Galli
serena meditabas en tu oceánico hogar.
El viento despeinaba tu melena volátil,
tu rubia cabellera rizada como el mar.

¿Qué soñabas entonces bajo el sol del Tirreno?
¿Qué imágenes tornaban tu memoria a ocupar?
¿Acaso la progenie del pueblo sarraceno
que fue de Semiramis Babilonia a fundar?

Psicopompa, de todos las almas que salvaste
del desastre marino, del naufragio brutal,
de todos esos hombres que espiritualizaste
¿Hubo alguno distinto, hubo alguno especial?

Tu mirada retiene misterios abisales,
ignotas maravillas de la profundidad.
Eres excursionista transitando corales,
y eres sabia y prudente con tu humana mitad.

Amarrado a mi mástil, quiero escuchar tu canto,
quiero observar tu cuerpo que nunca he de tocar.
Ajena, inalcanzable, con mis ojos en llanto
quiero ver esos labios que no me han de besar.

Tal vez en la distancia tus ojos me advirtieran
en un instante eterno de borrasca y de sal
y a través de las olas tu cuerpo de quimera
comprenda la medida del amor de un mortal.

Playa virgen


Veré tus dunas bajo el sol de enero
y, en rítimica cadencia,
te besará el oleaje marinero
con creciente potencia,
y dejarás entrar sin resistencia
este viento extranjero
que invade tu inocencia
de playa virgen que pisa un forastero.

Y cuando sientas en tu blanca arena
mis manos que te gozan,
el ímpetu creciente que resuena
en oleadas furiosas,
hasta alcanzar la cumbre poderosa
que ya nada sofrena,
detendremos el tiempo en esa escena
de sal maravillosa,
de deleite y de dicha que enajena
y demorarnos en la mar serena
que acaricia las playas y reposa.

2001


Arrastrabas tu carro cual bípedo caballo
salvando de las ruinas el papel y el cartón,
¡Si te vieran ahora los patriotas de Mayo,
capaz que se arrepienten de la Revolución!

El milenio comienza, tu esperanza termina.
Desolación, miseria, pobreza, alrededor.
Hasta aquí te ha llevado, promisoria Argentina,
la voraz inconsciencia del infame traidor.

Al menos, en el tacho de sobras del McDonald
rescataste hamburguesas, pan, lechuga y ají.
No te olvides que en casa te espera la señora,
y también las dos nenas, el viejo y el gurí.

Han reducido a escombros esta tierra fecunda,
pero de las cenizas tendremos que surgir.
Tal vez esté en el fondo de la Patria profunda
ese hombre que, esperamos, nos pueda conducir.

Te echaron de la Plaza. Diciembre veintiuno.
Y a algunos los mataron, nomás por protestar.
así se despedían del año dos mil uno.
Por mucho que repriman, ¡no nos harán callar!

Alea iacta est


El Sol ha huído. Tras de los cristales
se acumula la noche silenciosa
y ajena. La noche es una cosa
que sólo les ocurre a los que salen.
 
Aquí, risas y copas generosas
de brindis. Un rato de alegría,
de espacimiento y buena compañía,
y volverá mi soledad untuosa.
 
Miro tras el cristal la noche negra
y veo tus blancas carnes que me alegran.
Te vislumbro en las sombras y me pierdo
 
por un instante, sólo en tu recuerdo.
Un momento me fui. Pero ya vengo.
Hoy sólo hablé con vos. Y no te tengo.